SALUD PÚBLICA Y MEDIO AMBIENTE:
[2] «El radón y sus efectos en la salud»
FUENTE: OMS 2016 / Centro de prensa > Notas descriptivas
http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs291/es/
El radón y sus efectos en la salud
Datos y cifras
- El radón es un gas radiactivo de origen natural, que tiende a concentrarse en interiores, como en viviendas, escuelas y lugares de trabajo.
- El radón es la segunda causa más importante de cáncer de pulmón después del tabaco.
- Se estima que la proporción de los casos de cáncer de pulmón a nivel nacional atribuibles al radón con respecto al total varía de un 3% a un 14%, en función de la concentración media nacional de radón y de la prevalencia de consumo de tabaco.
- No se conoce un umbral por debajo del cual la exposición al radón no suponga ningún riesgo. Cuanto menor sea la concentración de radón en una vivienda, menor será el riesgo de cáncer de pulmón.
- Existen métodos probados, duraderos y costoeficaces para prevenir la filtración de radón en viviendas de nueva construcción y reducir su concentración en las viviendas existentes.
¿Qué es el radón?
El radón es un gas de origen natural. No tiene olor, color ni sabor. El radón se produce a partir de la desintegración radiactiva natural del uranio, que está presente de forma natural en suelos y rocas. El radón también puede estar presente en el agua.
El radón emana fácilmente del suelo y pasa al aire, donde se desintegra y emite partículas radiactivas. Al respirar e inhalar esas partículas, estas se depositan en las células que recubren las vías respiratorias, donde pueden dañar el ADN y provocar cáncer de pulmón.
Al aire libre, el radón se diluye rápidamente, tiene concentraciones muy bajas y no suele representar ningún problema. La concentración media1 de radón al aire libre varía de 5 Bq/m3 a 15 Bq/m3. En cambio, en espacios cerrados, las concentraciones de radón son más elevadas, en especial en lugares como minas, cuevas y plantas de tratamiento de aguas, donde se registran los niveles más altos. En edificios (como viviendas, escuelas y oficinas), las concentraciones de radón varían de <10 Bq/m3 hasta más de 10 000 Bq/m3.
Efectos del radón para la salud
El radón es la segunda causa más importante de cáncer de pulmón después del tabaco. Se estima que la proporción de los casos de cáncer de pulmón a nivel nacional atribuibles al radón con respecto al total varía de un 3% a un 14%, en función de la concentración media nacional de radón y de la prevalencia de consumo de tabaco del país.
La primera vez que se detectó un aumento en la tasa de cáncer de pulmón fue entre trabajadores de minas de uranio expuestos a altas concentraciones de gas radón. Además, hay estudios realizados en Europa, América del Norte y China que confirman que incluso en concentraciones bajas, como las que se encuentran en las viviendas, el radón también entraña riesgos para la salud y contribuye considerablemente a la aparición de cáncer de pulmón en todo el mundo.
El riesgo de cáncer de pulmón aumenta en un 16% con cada incremento de 100 Bq/m3 en la concentración media de radón a largo plazo. La relación dosis-respuesta es lineal: por ejemplo, el riesgo de cáncer de pulmón aumenta de manera proporcional al aumento de la exposición al radón.
La probabilidad de que el radón provoque cáncer de pulmón es mayor en personas que fuman. De hecho, se estima que el riesgo asociado al radón que corre un fumador es 25 veces superior que en el caso de los no fumadores. Hasta la fecha, no se ha determinado que haya riesgo de otro tipo de cáncer.
El radón en las viviendas
La mayor exposición al radón suele producirse en el hogar. La concentración de radón en una vivienda depende de:
- la cantidad de uranio que contienen las rocas y el terreno del subsuelo;
- las vías que el radón encuentra para filtrarse en las viviendas; y
- la tasa de intercambio de aire entre el interior y el exterior, que depende del tipo de construcción, los hábitos de ventilación de sus habitantes y la estanqueidad del edificio.
El radón se filtra en las casas a través de grietas en los suelos o en la unión del piso con las paredes, espacios alrededor de las tuberías o cables, pequeños poros que presentan las pareces construidas con bloques de hormigón huecos, o por los sumideros y desagües. Por lo general, el radón suele alcanzar concentraciones más elevadas en los sótanos, bodegas y espacios habitables que están en contacto directo con el terreno.
Las concentraciones de radón varían entre casas adyacentes, y dentro de una misma casa, de un día para otro o, incluso, de una hora para otra. La concentración de radón en las viviendas puede medirse de un modo sencillo y económico. Debido a esas fluctuaciones, es preferible calcular la concentración media anual en el aire de interiores, midiendo las concentraciones de radón al menos durante tres meses. Ahora bien, las mediciones han de llevarse a cabo con arreglo a los protocolos nacionales, a fin de garantizar su uniformidad y su fiabilidad a la hora de tomar decisiones.
Reducción de la concentración de radón en las viviendas
Existen métodos probados, duraderos y costoeficaces para prevenir la filtración de radón en viviendas de nueva construcción y reducir su concentración en las viviendas existentes. Al construir un edificio, hay que tener en cuenta la prevención de la exposición al radón, sobre todo en zonas geológicas con alta concentración de este gas. En muchos países de Europa y en los Estados Unidos, en las edificaciones nuevas, se adoptan medidas de protección de forma sistemática y en algunos países es, incluso, obligatorio.
Las concentraciones de radón en las viviendas existentes pueden reducirse del modo siguiente:
- mejorando la ventilación del forjado;
- instalando un sistema de extracción mecánica del radón en el sótano, el forjado o la solera;
- evitando que el radón se filtre desde el sótano hasta las habitaciones;
- sellando el piso y las paredes; y
- mejorando la ventilación de la vivienda.
Los sistemas pasivos de mitigación pueden reducir los niveles de radón en interiores hasta más de un 50%. Si además, se utiliza un sistema de ventilación de radón esos niveles pueden descender aún más.
Presencia de radón en el agua potable
En muchos países, el agua potable proviene de fuentes subterráneas como manantiales o pozos, que normalmente tienen concentraciones mucho más altas de radón que el agua de superficie de ríos, pantanos y lagos.
Hasta la fecha, en los estudios epidemiológicos realizados no se ha encontrado ninguna relación entre la presencia de radón en el agua potable y un mayor riesgo de cáncer de estómago. El radón que está disuelto en el agua potable puede pasar al aire de los espacios interiores. Normalmente, la cantidad de radón que se inhala al respirar es mayor que la que se ingiere al beber.
Las Guías de la OMS para la calidad del agua potable (2011) recomiendan que los niveles para realizar pruebas de concentración de radón en el agua potable se establezcan en función del nivel nacional de referencia para la concentración de radón en el aire. En los casos en que se prevea una concentración elevada de radón en el agua potable, conviene medir las concentraciones de radón. Existen técnicas sencillas y eficaces para reducir la concentración de radón en el suministro de agua potable mediante aireación o el uso de filtros de carbón activo granular.
Respuesta de la OMS
En 2009, la OMS publicó el Manual de la OMS sobre el radón en interiores: una perspectiva de salud pública, que ofrece propuestas normativas destinadas a reducir los riesgos para la salud derivados de la exposición al radón en las viviendas del modo siguiente:
- proporcionando información sobre las concentraciones de radón en interiores y los riesgos conexos para la salud;
- implantando programas nacionales contra el radón para reducir el riesgo general de la población y el riesgo individual de las personas que viven en entornos con concentraciones elevadas de radón;
- estableciendo un nivel de referencia medio anual nacional de 100 Bq/m3. Cuando ese nivel nacional no pueda alcanzarse debido a las condiciones específicas de cada país, el nivel que se establezca no debería superar los 300 Bq/m3;
- incluyendo medidas destinadas a prevenir los efectos del radón en los códigos de construcción, a fin de reducir la concentración de radón en las viviendas de nueva edificación, y en los programas contra el radón para garantizar que los niveles sean inferiores a los niveles nacionales de referencia; y
- estableciendo protocolos de medición del radón para velar por la calidad y la reproductibilidad de las mediciones.
Esas recomendaciones se ajustan a las Normas Básicas Internacionales de Seguridad (2014) y a la guía de seguridad del OIEA sobre el radón (2014), ambas copatrocinadas por la OMS.
- Manual de la OMS sobre el radón en interiores: una perspectiva de salud pública – en inglés
- Normas básicas internacionales de seguridad para la protección contra la radiación y para la seguridad de las fuentes de radiación – en inglés
Notas a pie de página
1 La radiactividad se mide en becquerelios (Bq). Un becquerelio corresponde a la transformación (desintegración) de 1 núcleo atómico por segundo. La concentración de radón en el aire se mide por el número de transformaciones por segundo en un metro cúbico de aire (Bq/m3).
SALUD PÚBLICA Y MEDIO AMBIENTE:
[1] «Radiaciones ionizantes: efectos en la salud y medidas de protección»
FUENTE: OMS 2016 / Centro de prensa > Notas descriptivas
http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs371/es/
Radiaciones ionizantes: efectos en la salud y medidas de protección
Datos y cifras
- La radiación ionizante es un tipo de energía liberada por los átomos en forma de ondas electromagnéticas o partículas.
- Las personas están expuestas a fuentes naturales de radiación ionizante, como el suelo, el agua o la vegetación, así como a fuentes artificiales, tales como los rayos X y algunos dispositivos médicos.
- Las radiaciones ionizantes tienen muchas aplicaciones beneficiosas en la medicina, la industria, la agricultura y la investigación.
- A medida que aumenta el uso de las radiaciones ionizantes también lo hacen los posibles peligros para la salud si no se utilizan o contienen adecuadamente.
- Cuando las dosis de radiación superan determinados niveles pueden tener efectos agudos en la salud, tales como quemaduras cutáneas o síndrome de irradiación aguda.
- Las dosis bajas de radiación ionizante pueden aumentar el riesgo de efectos a largo plazo, tales como el cáncer.
¿Qué es la radiación ionizante?
La radiación ionizante es un tipo de energía liberada por los átomos en forma de ondas electromagnéticas (rayos gamma o rayos X) o partículas (partículas alfa y beta o neutrones). La desintegración espontánea de los átomos se denomina radiactividad, y la energía excedente emitida es una forma de radiación ionizante. Los elementos inestables que se desintegran y emiten radiación ionizante se denominan radionúclidos.
Cada radionúclido se caracteriza por el tipo de radiación que emite, la energía de la radiación y su semivida.
La actividad, utilizada como medida de la cantidad de un radionúclido, se expresa en una unidad llamada becquerel (Bq): un becquerel corresponde a una desintegración por segundo. La semivida es el tiempo necesario para que la actividad de un radionúclido disminuya por la desintegración a la mitad de su valor inicial. La semivida de un elemento radiactivo es el tiempo que tarda la mitad de sus átomos en desintegrarse, y puede variar desde una fracción de segundo a millones de años (por ejemplo, el yodo 131 tiene una semivida de 8 días mientras que el carbono 14 tiene una semivida de 5730 años).
Fuentes de radiación
Las personas están expuestas a diario tanto a la radiación de origen natural o humano. La radiación natural proviene de muchas fuentes, como los más de 60 materiales radiactivos naturales presentes en el suelo, el agua y el aire. El radón es un gas natural que emana de las rocas y la tierra y es la principal fuente de radiación natural. Diariamente inhalamos e ingerimos radionúclidos presentes en el aire, los alimentos y el agua.
Asimismo, estamos expuestos a la radiación natural de los rayos cósmicos, especialmente a gran altura. Por término medio, el 80% de la dosis anual de radiación de fondo que recibe una persona procede de fuentes de radiación naturales, terrestres y cósmicas. Los niveles de la radiación de fondo varían geográficamente debido a diferencias geológicas. En determinadas zonas la exposición puede ser más de 200 veces mayor que la media mundial.
La exposición humana a la radiación proviene también de fuentes artificiales que van desde la generación de energía nuclear hasta el uso médico de la radiación para fines diagnósticos o terapéuticos. Hoy día, las fuentes artificiales más comunes de radiación ionizante son los dispositivos médicos, como los aparatos de rayos X.
Exposición a la radiación ionizante
La exposición a la radiación puede ser interna o externa y puede tener lugar por diferentes vías.
La exposición interna a la radiación ionizante se produce cuando un radionúclido es inhalado, ingerido o entra de algún otro modo en el torrente sanguíneo (por ejemplo, inyecciones o heridas). La exposición interna cesa cuando el radionúclido se elimina del cuerpo, ya sea espontáneamente (por ejemplo, en los excrementos) o gracias a un tratamiento.
La exposición externa se puede producir cuando el material radiactivo presente en el aire (polvo, líquidos o aerosoles) se deposita sobre la piel o la ropa. Generalmente, este tipo de material radiactivo puede eliminarse del organismo por simple lavado.
La exposición a la radiación ionizante también puede resultar de la irradiación de origen externo (por ejemplo, la exposición médica a los rayos X). La irradiación externa se detiene cuando la fuente de radiación está blindada o la persona sale del campo de irradiación.
Las personas pueden estar expuestas a la radiación ionizante en circunstancias diferentes, en casa o en lugares públicos (exposiciones públicas), en el trabajo (exposiciones profesionales) o en un entorno médico (como los pacientes, cuidadores y voluntarios).
Las situaciones de exposición a la radiación ionizante pueden clasificarse en tres categorías. La primera, la exposición planificada, es el resultado de la introducción y funcionamiento deliberados de fuentes de radiación con fines concretos, como en el caso de la utilización médica de la radiación con fines diagnósticos o terapéuticos, o de su uso en la industria o la investigación. La segunda, la exposición existente, se produce cuando ya hay una exposición a la radiación y hay que tomar una decisión sobre su control, como en el caso de la exposición al radón en el hogar o en el lugar de trabajo, o de la exposición a la radiación natural de fondo existente en el medio ambiente. La tercera categoría, la exposición en situaciones de emergencia, tiene lugar cuando un acontecimiento inesperado requiere una respuesta rápida, como en el caso de los accidentes nucleares o los actos criminales.
El uso médico de la radiación representa el 98% de la dosis poblacional con origen en fuentes artificiales y el 20% de la exposición total de la población. Cada año se realizan en el mundo más de 3600 millones de pruebas diagnósticas radiológicas, 37 millones de pruebas de medicina nuclear y 7,5 millones de tratamientos con radioterapia.
Efectos de las radiaciones ionizantes en la salud
El daño que causa la radiación en los órganos y tejidos depende de la dosis recibida, o dosis absorbida, que se expresa en una unidad llamada gray (Gy). El daño que puede producir una dosis absorbida depende del tipo de radiación y de la sensibilidad de los diferentes órganos y tejidos.
Para medir la radiación ionizante en términos de su potencial para causar daños se utiliza la dosis efectiva. La unidad para medirla es el sievert (Sv), que toma en consideración el tipo de radiación y la sensibilidad de los órganos y tejidos.
Es una manera de medir la radiación ionizante en términos de su potencial para causar daño. El sievert tiene en cuenta el tipo de radiación y la sensibilidad de los tejidos y órganos. El sievert es una unidad muy grande, por lo que resulta más práctico utilizar unidades menores, como el milisievert (mSv) o el microsievert (μSv). Hay 1000 μSv en 1 mSv, y 1000 mSv en 1 Sv. Además de utilizarse para medir la cantidad de radiación (dosis), también es útil para expresar la velocidad a la que se entrega esta dosis (tasa de dosis), por ejemplo en microsievert por hora (μSv/hora) o milisievert al año (mSv/año).
Más allá de ciertos umbrales, la radiación puede afectar el funcionamiento de órganos y tejidos, y producir efectos agudos tales como enrojecimiento de la piel, caída del cabello, quemaduras por radiación o síndrome de irradiación aguda. Estos efectos son más intensos con dosis más altas y mayores tasas de dosis. Por ejemplo, la dosis liminar para el síndrome de irradiación aguda es de aproximadamente 1 Sv (1000 mSv).
Si la dosis de radiación es baja o la exposición a ella tiene lugar durante un periodo prolongado (baja tasa de dosis), el riesgo es considerablemente menor porque hay más probabilidades de que se reparen los daños. No obstante, sigue existiendo un riesgo de efectos a largo plazo, como el cáncer, que pueden tardar años, o incluso decenios, en aparecer. No siempre aparecen efectos de este tipo, pero la probabilidad de que se produzcan es proporcional a la dosis de radiación. El riesgo es mayor para los niños y adolescentes, pues son mucho más sensibles a la radiación que los adultos.
Los estudios epidemiológicos realizados en poblaciones expuestas a la radiación, como los supervivientes de la bomba atómica o los pacientes sometidos a radioterapia, han mostrado un aumento significativo del riesgo de cáncer con dosis superiores a 100 mSv. Estudios epidemiológicos más recientes efectuados en pacientes expuestos por motivos médicos durante la infancia (TC pediátrica) indican que el riesgo de cáncer puede aumentar incluso con dosis más bajas (entre 50 y 100 mSv).
La radiación ionizante puede producir daños cerebrales en el feto tras la exposición prenatal aguda a dosis superiores a 100 mSv entre las 8 y las 15 semanas de gestación y a 200 mSv entre las semanas 16 y 25. Los estudios en humanos no han demostrado riesgo para el desarrollo del cerebro fetal con la exposición a la radiación antes de la semana 8 o después de la semana 25. Los estudios epidemiológicos indican que el riesgo de cáncer tras la exposición fetal a la radiación es similar al riesgo tras la exposición en la primera infancia.
Repuesta de la OMS
La OMS ha establecido un programa sobre las radiaciones para proteger a los pacientes, los trabajadores y la población contra los riesgos para la salud de la exposición planificada, existente o de emergencia a la radiación. El programa se centra en los aspectos de salud pública de la protección contra la radiación y abarca actividades relacionadas con la evaluación, la gestión y la comunicación de los riesgos.
De conformidad con su función básica de “establecer normas y promover y seguir de cerca su aplicación en la práctica”, la OMS ha cooperado con otras siete organizaciones internacionales en la revisión y actualización de las normas internacionales básicas de seguridad de la radiación. La OMS adoptó las nuevas normas en 2012 y en la actualidad está prestando apoyo a su aplicación en los Estados Miembros de la Organización.
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